¡YA LLEGAMOS!
—¡Ten los huevos para decírmelo en la jeta, cabrón! —ordenó Alexis con cierta molestia—. Por una puta vez dímelo bien, ¡no seas maricón!
—¡Ya déjame, cabrón! —sudó Luis nervioso—. ¡Estoy meando, lárgate!
Carcajeó Alexis al escucharle así, por lo que le dio una fuerte palmada en la espalda adicionando que no tenía nada que impresionara al público.
Terminando ahí, el par y Ramón acudieron a la tienda de videojuegos en donde Alexis compraría un título; ya ahí, el cajero con el juego en mano, Ramón se lo arrebató con brusquedad para pedirle al comprador que le invitara a jugarlo.
—¡Más respeto! —carraspeó Alexis la voz para calmarse un poco, además de quitárselo con algo más de educación para así concluir la transacción.
Ramón sólo
rezongó, los tres ya estaban listos para dejar la plaza comercial y regresar al
autobús el cual los llevaría a su hotel junto con el resto del grupo.
Luis, muy
emocionado, le pidió a Alexis abrir su juego para revisar el manual a lo que
éste, burlesco, repuso:
—¿Desde cuándo somos amiguitos? Si tú y Ramón somos todo menos eso, ¿o a poco creíste que por ser nuestro viaje de generación ya olvidé lo sucedido?
Los otros dos no replicaron nada y llegados al hotel, las profesoras asignaron los cuartos en donde sólo había una cama matrimonial para ellos tres y O***.
Les preguntaron a éstas a qué se debía ello, recibiendo como respuesta que era por motivo de costos; sin más que rebatir, Ramón reservó su parte de cama, misma la cual tenía la maleta de O*** exclamando el ya establecer su parte territorial.
Ambos discutiendo, Luis se les integró gruñendo que no era justo eso de no dialogar entre los cuatro y el que otros dos, hicieran planes sin su consentimiento.
Sin deseos de complicarse la vida, Alexis compartió que él se quedaría en el suelo sin inconveniente alguno; O***, contrariado, le pidió que no lo hiciera.
Un Alexis amable respondió que en verdad le agradaba dormir allí por lo que O***, propuso que esa noche el primero y Ramón compartieran la cama, ya para la noche subsecuente, les correspondería a los otros dos el descansar ahí.
Todos
salieron a tomar aire fresco, a excepción de Alexis quien aprovechó para
asearse y removerse todo el sudor de un día de viaje íntegro.
Al salir
ya vestido, Luis entró junto con los demás: «¡No puedo creerlo!, ¿les pediste
que se salieran porque tú, la señorita, no puede bañarse en compañía?»
—Tranquilo,
que no soy tú —rió con sardonia Alexis—. ¡Cómo te apenaste mientras te veía
orinando en el baño de la plaza comercial!, ¿por qué?
¿Sería que la tiene más pequeña que un microbio, por eso el temor de descubrirle y crearle burlas que jamás olvidaría por el resto de sus días?
Fastidiado en verdad y con amargura en su voz, el aludido refutó:
—¡Yo la tengo mucho más grande que tú, pendejo!, ¡un día nos la medimos para demostrarte que yo sí soy bien cabrón y tú un pobre joto reprimido!
Ramón le palmeó la espalda a Luis pidiendo detenerse, ¿qué buscaba demostrar en realidad? En el fondo parecía ocultar algo, ¿o tal vez no?
O*** propuso mejor comer algo, ¿qué podrían ordenar? Estando abierta su puerta, una de las profesoras tocó para decirles que les entregaban un número de pizzería local, mismo que Alexis utilizaría para conseguirse una buena pizza.
Acudió a recepción para hacer válido esto, al regresar le preguntaron si había pensado en los demás, resultando que él respondiera con la boca torcida:
—¿Ahora soy su pinche mesero o qué? Nunca acordamos yo pedir algo por Uds., ¿o resulta que ya soy su nana para ver si comieron bien?
O*** le solicitó amable no alterarse, todos cooperarían y así saciarían su apetito ¿qué opinaba? Al escuchar todo esto, Ramón bajó la cabeza:
―No tengo mucho dinero, es que durante la primavera vine aquí con mi familia, ni querían dejarme estar en el viaje en un principio… Perdón, en serio.
No conteniéndose la risotada, Luis le dio un manotazo en la cabeza:
—¡Pues qué pendejo!, al menos prostitúyete para conseguirte unos centavos y así sobrevivir estos días ¿por qué te haces eso, gordo imbécil?
―¡Ni madres que te daremos de nuestra ración! ―se mofó O***―. Coopera con lo que puedas, lo siento por ti que no tendrás mucho después de todo.
Alexis volvió a recepción para pedir la segunda pizza, cuando llegaron las devoraron en unos minutos y después de esto, éste fue por un refresco para pasarse todo.
Al regreso, Ramón pedigüeño, le pidió de su bebida; indignado a la par con coraje, Alexis le devolvió: «¡Cómprate la tuya, no quiero tus babas en mi botella!»
Luis y O*** le exigieron que se callara, de no poder comprar un refresco pues que dejara de chillar, tomara agua del caño y ya no ladrara más por imbecilidades.
―¿Por qué todos la traen contra mí, putos? ―refunfuñó Ramón―. ¡Ustedes me la pelan, cabrones! Se aprovechan de mí por ser bueno, ¿eh?
Siendo aún temprano, las profesoras les indicaron alistarse para visitar una plaza comercial pequeña cerca de ahí; todos a bordo, arribaron a su ubicación.
Alexis, Luis y Ramón fueron junto con otros y una profesora, ingresaron a una tienda de autoservicio la cual se veía bien abastecida y atractiva.
Sin nada de interés para éstos, decidieron marcharse por la salida cruzando un restaurante de comida rápida, el cual era un atajo para otra parte de la plaza.
Mirando muchos infantes corriendo y sillas salidas con gente en éstas, Alexis y Luis pasaron con sumo cuidado mientras Ramón, sin la menor precaución posible, se sujetó de un respaldo de una de éstas, así como jalarle con fuerza.
La chica sentada allí, padeciendo este efecto, le gritó enojada: «¡Ay, estúpido!»; al salir del establecimiento, Alexis soltó la carcajada contagiando a Luis en el instante y Ramón, rascándose la cabeza, preguntó sobre qué trataba todo.
―¿En serio no te diste cuenta? ―dijo Alexis con el estómago adolorido―. ¡Esa chica te llamó estúpido porque le jalaste de su silla! De verdad, ¿no te fijaste?
Luis continuó carcajeando hasta que Ramón, sulfurado, les dijo que se fueran a la chingada porque sólo venían a divertirse y no joderse la existencia.
La profesora en cuestión, les pidió que moderaran su lenguaje y aprendieran a comportarse; los tres, sin expresar más, asintieron con la cabeza.
Finalizada su misión ahí, regresaron al autobús esperando por los demás para dar su última visita del día: tienda de comestibles para la cena.
Los tres se separaron dentro, Alexis sólo requería una botella de refresco de cola de dos litros, una botella de agua natural y un paquete de galletas de chocolate.
Presentes
en su habitación, antes de guardar sus bebidas dentro del frigorífico, Alexis se
sirvió un poco de refresco en un vaso con hielo.
―¿Tomas
esa mierda? ―preguntó Ramón desdeñoso―. Con razón tienes muchos granos en la
cara, ¿no te das asco? Luego la grasa que te brilla ahí.
Alexis,
dejando su vaso sobre la mesa y dirigiéndose hacia Ramón para apretarle el
cúmulo de grasa de los costados, le contestó con sorna:
―¿Ya te
fijaste en tu lonjota?, ¡con razón tú nunca te ahogarías en mar abierto! Ay
papacito, ¿qué tal si vas a chingar a tu madre, puto obeso?
Ramón se quitó de ahí muy azuzado, Luis le ordenó a éste que dejara sus mamadas de lado y mejor guardaran sus compras que hicieron entre los dos: una pizza individual, dos sopas instantáneas y un litro de leche con chocolate.
Una vez calentada la pizza en el horno de microondas, Luis le cedió el honor a Ramón cuando el primero, se la arrebató furibundo posterior a unos minutos:
―¡No
chingues, no te la comas toda!, ¡ya casi no me dejas nada cabrón!
—¿Tú por
qué andas de muerto de hambre? —expuso Ramón enconado casi lanzándosela en la
cara—. ¿Por qué no te compraste una tuya, culero?
Alexis
empezó a reírse prácticamente en silencio, Ramón decidió prepararse una de las
sopas instantáneas, al concluir el proceso optó por vaciar el agua dentro del
lavabo y sin prevenirle, parte de la pasta se fue directo a la tubería.
Sin decir nada, devoró la suya para después abrir el litro de leche cerca del lavabo derramando por doquier y al ser turno de cepillarse los dientes, olvidó limpiar el caño dando como resultado que el agua no se iba por donde correspondía.
Al ser turno de O*** de hacer lo mismo, con inmediatez gritó a Ramón:
—¡Hey güey, no seas asqueroso!, ¡ven y limpia esto!
Sin
resistirse más Alexis desternilló con placer, mientras que O*** continuó
gritándole a Ramón hasta que este apareció:
―¡Qué cagadero dejaste, pendejo!, ¿cómo que jodiste la tubería?
Ahogándose entre tanta risa, Alexis se secó las lágrimas para hablar:
―¡No puede ser que tengamos merienda y comedia!, ¡sin ustedes no rejuvenecería tanto! Pobre Ramón, ¿qué haríamos sin tus pendejadas?
Quien ocasionó todo guardó silencio, al no saber cómo defenderse, no le quedó otra más que limpiar sin refunfuñar y evitarse otras molestias.
Luis repuso que por eso nadie lo tomaba en serio, Alexis no dejaba de reírse hasta que pensó oportuno ya cerrar los ojos para recorrer su primer parque.
—¡Yupi, dormiremos juntos! —se extasió Ramón—. Nada más te advierto, amiguito, que yo acostumbro dormir con un oso de peluche.
Con el ceño fruncido y sin comprenderle nada, Alexis únicamente le solicitó que ya reposaran porque había sido un día agotador para todos.
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