viernes, 4 de febrero de 2022

Perdóname, Angélica: No toda dolencia, es olvidada

 

Lucas Pezeta, Pexels


Este cuento fue postulado tanto en certámenes como revistas literarias, en efecto no fue acreedor a premio alguno; empero, lo relevante aquí es compartirlo ante ud. caro lector.


PERDÓNAME, ANGÉLICA

 

¿Equidad para todos? Victimizarse es fácil, ¿lo difícil? Aceptar cuando se es sayón. Se es cómplice con tan sólo mirar y no denunciar una mala situación, no bromear pero reírse de la práctica hacia otros es ser culpable por omisión.

No hay ninguna diferencia entre una u otra, al final siempre habrá un afectado ¿y quién vería por éste?

Por veintidós años, Matías no visitó su tierra natal por diversas ocupaciones y motivos; al irse de allí, perdió contacto con todos sus compañeros escolares manteniendo únicamente con contados familiares de allá.

Una recordación le había asaltado desde hace mucho, ésta consistía en tener presente a Angélica —antigua compañera de la escuela primaria— quien fue agredida por dos compañeros fatídicos.

Él rió sobre las bromas que esos dos le practicaron a ella, pudo denunciar los hechos y nunca dijo nada a la profesora por temor a represalias de ellos.

A destacar que los susodichos, resultaron ser pésimos estudiantes con un trasfondo deplorable: tenían familias disfuncionales y problemas en casa.

Existió una temporada en donde Matías jugaba con éstos en el receso, creyendo que eran amigos suyos; postreramente, terminaron insultándolo, golpeándolo y humillándolo. Plañó profusamente por haberse dejado de éstos, quienes no resultaron ser valiosos para su formación; más adelante, los dos trataron de atacarle de nuevo hasta que él se armó de valor para enfrentarlos.

Los dejó tan adoloridos, que imploraron piedad por sus malos actos y el día en que se mudaba de su ciudad, su madre le entregó una caja de caramelos los cuales debía repartirlos entre los compañeros del grupo; a propósito, se saltó a esos dos dado a que no eran buena compañía.

—Ustedes no son mis amigos —dijo Matías directo—. No merecen nada, sólo les deseo lo peor y que sufran por ello.

En el nuevo lugar, encarnó todo tipo de abusos hacia sus costumbres, acento, forma de expresarse, personalidad…

Por primera vez, comprendió el sentir de ella quien estuvo bajo esa presión psicológica que para muchos pudo resultarles «festivo.»

Matías, no recibió apoyo de los profesores quienes se limitaban a decir que se detuvieran en lugar de disciplinarlos; en cuanto a la directora, sin comentarios.

Entonces, los padres de él advirtieron a los agresores directamente que de no dejarlo en paz tomarían medidas por cuenta propia.

Matías, fue libertado de tal tensión; en esa ciudad, dos de sus máximos verdugos —como los de Angélica— tenían trasfondos ríspidos: uno era huérfano de madre, y el otro, alguien con nula atención en casa.

Su día más feliz, fue cuando se mudó de allá; quienes alguna vez lo agredieron, quisieron hacer las paces por todo lo cometido.

Matías, les retribuyó con indiferencia y frialdad; inclusive cuando iba a ver a sus padres allá, pretendía no conocer a nadie de esa gente.

Cada vez que sabía de un caso así, en su mente imperaba la figura de Angélica a quien no podía olvidar.

Años más tarde, por cuestiones laborales recibió la noticia de visitar su lugar de natalicio después de harta ausencia; se le ocurrió: «Puedo buscarla y finalmente, disculparme con ella faz a faz.»

Previamente, contactó a sus familiares para que le ayudasen a encontrar información sobre Angélica; por su parte, la buscó a través de las redes sociales y otros medios sin resultados aguardados.  

Lo que encontraron por él, fue un dato correspondiente a la Sra. Silvina quien podría saber sobre el paradero de Angélica.

Matías, se alborozó al recibir esa noticia; arribado a su tierra natal, la apreció un poco irreconocible por el hecho de haberle dejado desde infante.  

Sus familiares le recibieron con exultación, se pusieron al día para entonces él interrogarles sobre la Sra. Silvina mientras él cogitaba: «Ya no quiero tener este remordimiento, espero pueda resolverse.»

Aguardó al día siguiente, debido a que ella residía en otra población y al no conocer el camino, buscaba soslayar contratiempos. Con luz fulgente, sintió inspiración para cerrar su ciclo; buscó el domicilio, hasta que lo encontró.

Tocó el timbre, en eso apareció una señora con aspecto límpido quien atendió la puerta; Matías, saludó y preguntó por quien buscaba.

—Soy yo, ¿en qué puedo ayudarle? —interrogó ella seria.

Él, presentándose debidamente, preguntó respecto a Angélica; le confesó que había dejado un tema pendiente con ésta el cual le interesaba resolver, ya que no podía descansar bien desde entonces.

—Gente indeseable se burló de ella, me reí de esas bromas —prosiguió Matías arrepentido—. Y no hice nada para detenerlo.

Silvina, pensativa por instantes, decidió pasarlo a su sala para que tomaran asiento y relatarle que se trataba de su sobrina; sufrió demasiado acoso hacia su persona, afectándole tanto que se volvió más taciturna y tímida de lo debido.

—Ellos recibieron su merecido —sentenció la tía—. Esto fue mucho tiempo después; si me permite, no tiene caso decir más sobre éstos.

—Lamento todo lo sucedido —continuó exponiendo él pesaroso—, por lo que me disculpo ante usted y quisiera hacerlo con ella por igual.

—Gracias por esta acción, joven Matías; siento decirle que ella reside en otro lado, pero no puedo dar más información al respecto.

Matías, bajando la cabeza por instantes, la tía le contestó plácida que tenía contacto con Angélica; para ser sincera, había que informarle con antelación debido a que no era garante el que quisiera hablar con seres de su pretérito.

—Entréguele esto, por favor —sacó él un sobre de su abrigo—. Déselo cuando la vea, ahí se encuentra todo lo que ella debe saber.

La tía lo aceptó, entrambos se despidieron; se hicieron reverencia y se desearon lo mejor. Al salir de la morada, sentía un poco de alivio al haber encarado esto; por otro lado, sabía que no todo dependía de éste.

—¿Algún día podrá perdonarme? —caminó Matías con acíbar en la garganta hasta perderse en el horizonte.


¡No olviden comentar, por favor! ¡Éxito en todo momento! 



Código de Registro Safe Creative:


2202040409906



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4 comentarios:

  1. Interesante texto narrativo con fragantes recursos estilísticos que hacen del lenguaje literario el mejor medio para enviar el mensaje . El perderse en el horizonte es un final metafórico abierto y el lector se queda imaginando ...

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    1. ¿Cómo ha estado, Srita. Maritza Álvarez? Es más que grato leerle nuevamente, no la veía desde el microrrelato de mi autoría "¿Para qué?"; muchas mercedes por comentar y aparecerse nuevamente.

      Siempre un placer tenerle presente, y sobre todo, su aportación me parece de lo más interesante. Le deseo todo el éxito del mundo, y aquí estamos de vuelta para no retirarnos con facilidad.

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  2. ¡Cuántas historias de daño de vida deja el acoso escolar! ¡Cuántas secuelas que cambian el modo de desenvolverse en la vida del damnificado! Y lo que más duele es la impasibilidad no contundente de gobiernos, directivos, maestros y profesores. Necesitan hacer mejor esfuerzo.
    Hermosa historia Daniel. Nos muestra que nunca es tarde para actuar como adulto y erradicar angustias del pasado. O tal vez intentarlo como el personaje.

    G.G.Melies.

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    1. No sabes cuán agradecido estoy contigo, créeme que sí; sobre todo, el que me concedas lectura y me otorgues tus reflexiones.

      Mi estimado, ¿qué te digo? No resta más que continuar, aprender, perennizar y sobre todo, procurar no cometer los equívocos pretéritos; en fin, en verdad muchas mercedes por todo esto.

      Te deseo todo el éxito del mundo, un amplexo para ti y hasta la próxima.

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