lunes, 19 de diciembre de 2022

Menudo topetazo: El misérrimo sin percatarse de sí

 

Wuyihale Lin, Pexels


Cuento de mi autoría que, con candor, no hay recordación de ser enviado a una convocatoria literaria o no; sea como fuere, de existir una aserción pues no fue acreedor a premio alguno. 

Es mejor compartírselo por este medio, bienquisto lector; sin más por aducir, le deseo harto éxito.


MENUDO TOPETAZO

 

—¡Ah, caray! ¿A poco eres mi apuntador? —dijo el Prof. Gómez sardónico, mientras David movía los ojos con discreción para evitar más amargores.

Continuó su clase diciendo lo mucho que todos aprenderían y, al fijar su mirada en el educando, éste se quedó observándole con extrañeza.

—¿Me haces un favor? —exigió el Prof. Gómez—. Muévete al otro lado porque tú afeas la vista, mientras que tu compañera de atrás la embellece.

Los demás alumnos se rieron, entretanto David guardó silencio para no cometer una estulticia de la cual pudiese arrepentir.

Transitando un par de meses, sin venir en sí al caso, el Prof. Gómez comentaba un poco respecto a su vida personal:

—Soy divorciado, tengo dos hijas las cuales sólo veo los fines de semana, no puedo comprarme una consola de videojuegos ¿por qué?

Tomó un tenue respiro para seguir hablando:

—O compro eso, o pago la colegiatura de mis hijas y recién salí con una mujer, fuimos a cenar juntos a un restaurante, era muy guapa…

Los estudiantes, sin decir nada, se miraban entre sí no comprendiendo el punto del docente cuando éste perennizó:

—Se puso de pie para ir al sanitario, no remembro si fue a orinar o defecar, el punto es que no volvimos a salir juntos…

Entonces, al ya ser hora de pasar lista, el Prof. Gómez había olvidado su bolígrafo en su vehículo y le pidió el suyo a David, quien gentil se lo otorgó.

Otro día, el mentor dejó un libro de su propiedad sobre el escritorio; David, al llamarle la atención la portada, le preguntó si podía mostrárselo.

—¡No, es mío! —exclamó el Prof. Gómez afligido—. ¡Consíguete el tuyo!

El alumno, sin entender nada, mejor se dirigió a su asiento y un par de semanas después, el profesor pidió a David su bolígrafo de nuevo cuando éste, replicó guiñándole el ojo: «No, porque cada uno debe traer sus propias cosas.»

Aprobando la materia sin ningún inconveniente, David padeció alivio al no tener que mirar más a ese sujeto; en otra clase, hablando con otro compañero, éste comentó que también tuvo que lidiar con ese docente en otro momento:

—Externó que iba a proponerle el divorcio a su exesposa, cuando ésta se lo dijo primeramente con toda la calma del mundo.  

Otro compañero que los escuchaba, adicionó:

—Lo peor, ese tipo critica a todos ¿pero se ha visto en el espejo? No tiene pareja estable, no parece tener amigos y se siente superior a otros ¿cómo…?

Años después, David caminaba por una plaza pequeña cuando frente a un restaurante, en una mesa al aire libre, se percató de un señor con faz agobiada profesando un decaimiento inefable… Resultó ser el Prof. Gómez, ¿por qué sólo había una silla en la cual él estaba sentado?

—¿De plano…? —se dijo un David perplejo para sí—. Será mejor encontrarme con mi amigo, no tengo más que hacer aquí.


¡No olviden comentar, por favor! ¡Éxito en todo momento!



Código de Registro Safe Creative:


2212192906178



Cuentos de mi autoría:


Perdóname, Angélica: aquí

Perdición: aquí

Esplendor: aquí

Irredenta: aquí

¿Para qué?: aquí

Todos sabemos lo que pasó: aquí

Perdedores anónimos: aquí

¡Maldita sea!: aquí



Novelas de Daniel González Flores:


Pesar infernal: aquí

Dulzor vengativo: aquí



No hay comentarios:

Publicar un comentario