PERDEDORES ANÓNIMOS
Treinta años… treinta años… ¿Acabo
debo sentirme en la senectud? Para los débiles intelectuales, probablemente; me
es risible tal interrogante: se es viejo o joven por pensamiento y la esperanza
cesará cuando uno fenezca.
Nunca es tarde para direccionarse a otro carril, donde uno puede encontrar su felicidad; siempre hay alternativa, mas no cualquiera cruza el umbral para tornarlo en realidad.