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¿Alguna vez ha cruzado por la mente el abominar un día en
específico? Sobre todo, aquél en donde rara vez hay algo acción y sí ¿henchido
decaimiento?
La colisión de la autoría del novelista y cuentista noruego Kjell Askildsen, es un cuento breve el cual aborda sobre cómo el día domingo es desolador.
Dependiendo
de la edad, el séptimo día —denominado así acorde al cristianismo—, es el
indicativo de retomar la rutina al día siguiente.
Alguno
por ahí, inclusive decía: «Posterior a las 02:00 pm, anhelo que el tiempo se detenga
durante este día»; en suma, ¿algo oneroso de lidiar?
En
ciertos momentos no querrá mirarse el televisor ni navegar por la red, menos
jugar videojuegos o tal vez ver películas, simplemente errar por ahí.
Sin
propósito establecido, de hecho, con sólo palpar la luz solar puede ser idóneo
para sentir algo de vitalidad, una forma de no sentirse maquinal.
De tener
el privilegio de residir cerca de unos cerros los cuales no han sido del todo
habitados por el hombre, sería una manera de no afectarse tanto…
O bien,
de afincarse en un habitáculo sin mucha entrada de halo natural, se sentiría
uno como ajeno a este mundo ¿qué tal el pasear por instantes?
Ya sea
por adquirir algún hebdomadario —de imprimirse aún—, tal vez yantar algo por
ahí, comprar pan recién horneado… todo sea por estar afuera.
Habrá de
retornarse a la vivienda propia, ¿qué hacer ante ello? Quizás agora sí, sea el
instante de revisar alguna grabación digital para pasar el rato.
Otra
forma sería mirar una película, la que sea… Todo para que, momentáneamente, se olvide
uno en qué día se está y no tenerle tanta aversión.
De
contarse con compañía física, ésta quizás sintonice algo de la televisión
abierta como lo proveniente de la barra cómica —decadente, a natura.
Uno
mismo se le unirá, todo sea por no estragarse el día cavilando: «Más de lo
mismo mañana, las cosas no cambian ¿por qué pasa así?»
Cabría
la posibilidad el que algún familiar invite a cenar por ahí, resultando ser al
aire libre ¿frescor nocturnal? Puede ser, ¿más de lo mismo?
Porque
el bocado ulterior se presentará y deberá retornarse a casa para, puramente,
admitir a regañadientes el que principia una nueva semana sin más.
De
acuerdo, ahora sí, antes a navegar un poco más por la red a través de una
computadora o teléfono celular, empero: nada permutará, nada será disímil…
Texto el cual, entre su laconismo y su rigurosidad, nos hará plantear cómo en un día cualquiera uno puede cambiar de estado anímico ¿las razones?
¿Comparte su perspectiva, por favor? ¡Muchas mercedes por su lectura!
Otros cuentos del autor:
En el café: Sobrevida en retrospectiva: aquí
En la peluquería: Cuando ya nada resulta ser igual...: aquí
Ajedrez: La vitalidad azarosa...: aquí
María: El circular del tiempo que desvelará todo...: aquí
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